MIME-Version: 1.0 Content-Type: multipart/related; boundary="----=_NextPart_01D784D9.46B42620" Este documento es una página web de un solo archivo, también conocido como "archivo de almacenamiento web". Si está viendo este mensaje, su explorador o editor no admite archivos de almacenamiento web. Descargue un explorador que admita este tipo de archivos. ------=_NextPart_01D784D9.46B42620 Content-Location: file:///C:/A38749D2/ART2__nawi_vol5_num1-2.htm Content-Transfer-Encoding: quoted-printable Content-Type: text/html; charset="us-ascii"
Oubiña, D. (2021). M=
odernidad y tradición en la crítica de cine norteamericana.
Moder=
nidad y tradición en la crítica
de<=
span
style=3D'letter-spacing:.25pt'> cine norteamericana.
Modernity and Tradition
En la década de 1960, los debates alrededor
de la
noción de autor se&nt=
ilde;alan
la transición hacia una teoría contemporánea d=
el
cine. En los Estados Unidos, Andrew Sarris
recupera los postulados de la <=
span
class=3DSpellE>politique=
des auteurs (que se había enunciado p=
oco
antes desde las páginas de Cahiers du cinéma) y los aplica al cine norteamericano. Confrontando con Dwight Macdonald o con Manny Farber, los textos de Sarris prepararon el i=
ngreso
de los estudios de cine a la universidad aunque, significativamente,
la perspectiva académica se constituy&=
oacute;
como un ataque contra el auterism. Este ensay=
o estudia ese momento previo
a la consolidación de los Film
Studies, cuando el cine todavía
tenía que probar su legitimidad en el territorio de las artes.
Palabras claves: Teoría del autor; Andrew=
Sarris; D=
wight Macdonald; Manny Farber; cultura de masas; estudios sobre cine
In Andrew
Sarris inherits the postulates of the
politique des auteurs (that had been coined in
the pages of Cahiers du cinéma shortly before) and applies them to American cinema. Confronting with Dwight Macdonald
or Manny Farber, Sarris' texts prepared the =
path
for the introduction of=
film
studies to the university
Keywords: Auteur theory; Andrew Sarris; Dwight Macdonald;
Manny Farber; Mass
Sumario. =
span>1. Introducción 2. Cine y cultura de masas. 3. Cine clásico y cine underground. 4. Conclusión.
Como
<=
span
lang=3DES-EC style=3D'font-size:7.0pt;mso-bidi-font-size:11.0pt;line-height=
:163%;
color:windowtext;letter-spacing:-.1pt;mso-font-width:94%;mso-ansi-language:
ES-EC;text-decoration:none;text-underline:none'>http:/=
/www=
span>.r=
span>evis=
tas.espol.edu.ec/index.php<=
/span>/nawi/a=
rticle/view/712 www.doi.o=
rg/10.37785/nw.v5n1.a2
Durante los años 50, el rescate
de cierto cine norteamericano en las páginas de Cahiers=
du cinéma=
span> constituyó un ataque a la oficialidad del cine francés: a ese aristocratismo de medio pelo en los films de qualité, =
span>a su falso aire de obras
cultas con tono elevado, a su falta de destreza
visual. Según dos aspectos centrales en el gesto d=
e Cahiers. =
Por un
lado, la revalorización del cine norteamericano resultaba funcional al proyecto de esos jóvenes
críticos que poco después integrarían el movimiento
Digamos: no todo el cine norteamericano contra todo el cine europeo.=
No
uno u otro, no uno por encima de
otro, sino ambos a la vez. Esta vecindad y esta simultaneidad eran má=
;s
provocadoras que el mero gusto por Hollywood. No se trata, entonces, de una americanofilia<=
/span> excluyente sino de una perspectiva más compleja y más abarcadora sobre los
desarrollos del cine. Probablemente, ese lugar
común historiogr&=
aacute;fico que asocia la política de los autores
con una especie
de fanatismo hollywoodense no proviene de los Cahiers sino=
del
modo en que ella fue apropiada por los críticos anglosajones. En efecto, a comienzos
de los años 60,<=
span
style=3D'letter-spacing:-.3pt'> la influencia de la revista
francesa puede advertirse en Movie (en Gran Bretañ=
a) y,
sobre todo, en Andrew Sarris (en Estados Unidos=
). La
cinefilia, entendida como pasión incondic=
ional
por algunos directores, deriva hacia una nueva forma de concebir la
crítica cinematográfica.
Sa=
rris
publica “Notes on the Auteur Theory in 1962” en la revista Film =
Culture.
All&iacut=
e;
esboza por primera vez su
versión sobre las ideas aprendidas en los artículos de los
críticos franceses y su =
traducción al contexto del cine norteamericano. Hacia el final de la década expande
esas ideas en el libro The American Cinema.
Directors and Directions 1929-1968. Ya no se trata de rescatar la figura de ciertos autores singulares que
resisten a las convenciones sino de producir un campo de nociones teóricas. En el camino, la
política de los autores pierde gran parte de su virulencia: lo que
había sido un gesto prov=
ocador
(los grandes cineastas son autores y poseen un estilo irreductible) deviene=
una práctica taxonómica con un sesgo fuertemente nacionalista. El<=
span
style=3D'letter-spacing:.65pt'> cine norteamericano se convierte en el inconsciente del cine. Así, el elogio de Sarris q=
ue hace Kent Jones
está dominado
Se ha dicho que simplemente
tomó una noción francesa y la norteamericanizó, lo cua=
l no
es falso pero minimiza
su audacia. Apoyar películas y directores norteamericanos en
París era una cosa; apoyar esas=
mismas películas y directores en el país que los había producido y los había marginado
era una propuesta
Oubiña, D. (2021). M=
odernidad y tradición en la crítica de cine norteamericana.
mucho más rie=
sgosa. Esto suponía una sistemática destrucción y reconstrucci=
ón de la perspectiva estándar sobre =
span>el cine norteamericano y, por extensión, sobre todo el cine. (…) Bazin, los críticos de Cahiers =
y de Posi=
tif y los ingleses de Sight and Sound, Sequence y Movie ya estaban ahí, pero fue <=
span
class=3DSpellE>Sarris el que llevó eso al interior
de la conciencia nort=
eamericana, la tarea más dura de todas (2005).
Para una perspectiva opuesta sobre la relación entre director=
es e
industria en Hollywood, véanse =
=
Jewell=
=
(1996) =
=
y =
Schatz (1988).=
=
Sin =
=
embargo, =
=
en =
=
vez=
=
de =
=
usar =
=
los =
=
nombres =
=
de=
=
ciertos =
directores para impulsar
una idea de lo que el cine podría ser, Sarris=
span>
usa su conocimiento sobre historia del cine
para clasificar a los realizadores, según hayan hecho buenos o
malos films, siguiendo un canon preestablecid=
o.
De todos modos, es verdad
–como afirma Jones– que Sarris es=
responsable de importar la política de los autores
a los Estados Unidos=
y de darle
una nueva dimensión, más org=
ánica. El libro The American
Cinema. Directors and Directions
1929-1968 tuvo un efecto iniciático para la mayoría de los
críticos estadounidenses=
que
comenzaron a ver películas en los 70. Este ensayo revisa el
vínculo –a menudo conflictivo–
que el libro de Sarris estableció con la=
gran
tradición norteamericana (Agee, MacDonald, Farber)
y su influencia sobre los nuevos críticos, basculando entre la cultu=
ra
de masas y los estudios =
académicos.
“Notes on the Auteur Theory in=
1962” tuvo una amplia repercusión de manera inmediata. Raymond Haberski=
asocia
el éxito inicial
que alcanzaron las ideas de Sarris a<=
span
style=3D'letter-spacing:-.6pt'> dos hechos significativos que había=
n preparado el terreno. Por un lado, el desembarco de la Nouvelle vague en los Estados Unidos
hacia fines de los 50 y, por otro, la
publicación del volumen que reunía las críticas de Jam=
es Agee poco después
de su muerte. Agee =
on Film “señaló la primera vez en que la obra de un crítico de cine norteamericano era compilada<=
span
style=3D'letter-spacing:-.4pt'> y comercializada para consumo popular” (2001, 123). la cultura norteamericana, véase Lofaro (=
2012).
Las críticas de Agee revalorizaro=
n los
vínculos del cine con las raíces de la cultura popular norteamericana. Esquivando los presuntuosos middlebrow films (que
pretenden imitar malamente
la lógica<=
span
style=3D'letter-spacing:-.3pt'> de las artes tradicionales) y evitando una mirada paternalista sobre el medio, sus reseñas procuraron ace=
rcarse a las películas de una manera
sensible y sofisticada. Se trata de uno de los primeros críticos que intentó pensar el cine de su tiempo más allá del=
mero entretenimiento, como
una forma legít=
ima de expresión. En 1942, al presentarse por primera vez ante sus lectores de The Nation, Agee hac=
e todo lo posible
por minimizar la distancia:
Sospecho que estoy –mucho
más de lo que podría no estarlo– en la misma
posición que ustedes: =
span>profundamente interesado en las películ=
as,
considerablemente entrenado desde la infancia para verlas y para pensar y hablar sobre ellas, y completamente, o casi completamente, sin ninguna experiencia o incluso sin ningún conocimiento de segunda mano acerca de cómo están hechas. Si esta suposición es más o menos acertada, arrancamos desd=
e el mismo punto de partida
y con las mismas deficiencias; y en todo caso, por eso tengo
las cualidades para estar aquí. Sólo por=
dos motivos. Mi trabajo consiste
en ocupar uno de los lados de una
conversación, como un crítico amateur
entre críticos amateurs. Y seré de alguna utilidad o
interés sólo en la medida en que mi juicio resulte
creíble, estimul=
ante o iluminador (2000,
3).
Si el crítico mantiene un estatus de aficionado, entonces no
está obligado a ser infalible ni pedagógico
ni sistemático: simplemente debe poner a dialogar su valoració=
;n
personal con las impresiones de sus lectores. Monsieur Verdoux=
(Charles Chaplin, 1947),=
a la que le dedica una reseña en varias=
=
entregas, =
=
le =
=
parece =
=
una =
=
radiografía =
=
perfecta =
que revela la doble moral de nuestro mundo moderno y El tesoro de la Sierra Madre (Treasure of the Sierra Madre (1948) es la mejor obra de Husto=
n, “uno de los pocos artistas
cinematográficos que, sin duda, honra a su público. Sus
películas no son actos de seducción o de benigna
esclavitud sino de liberación y requieren, de los que disfrutan de ellas, las responsabilidades de la
libertad” (2000, 424). El gran cine, para Agee=
span>,
es el que logra capturar lo rea=
l de
una manera poética. En general, lo que le preocupa es transmitir el
impacto emocional que un film le ha provocado mediante una escritura precisa,
salpicada aquí y allá por cierta vehemencia a lo Whitman.
Agee no es un auterist avant
En sus =
=
primeros =
=
textos=
=
para =
Film =
Culture=
, =
Sarris continúa =
=
esa=
huella abierta
por Agee. En 1955, por ejemplo, publica “The
Oubiña, D. (2021). M=
odernidad y tradición en la crítica de cine norteamericana.
40, Clement
Greenberg había establecido la superioridad del modernismo frente a =
la
cultura popular dominante.
Tempranamente, en “Avant-Garde and Kitsch”, define el arte de
vanguardia (aunque ya piensa en=
las
obras del modernismo) como un reducto desde donde es posible resistir ante =
el
avance del kitsch (aunque
todavía utiliza<=
span
style=3D'letter-spacing:-.4pt'> el término en un sentido
general, en tanto sinónimo de cultura de masas). Puesto que el =
arte
de vanguardia se presenta como “la única forma viva de
cultura” que aún p=
ermanece, es la supervivencia de la cultura
en general la que se halla amenazada
frente a las formas mercantilizadas y degradadas. All&i=
acute;
donde existe una vanguardia –dice Greenberg– también hay=
una retaguardia. =
El kitsch es
esa retaguardia y las películas de Hollywood
El kitsch es mecánico y
funciona mediante fórmulas. El kitsch es experiencia vicaria y
sensaciones falsas. El kitsch
cambia según el estilo, pero permanece siempre igual. El kitsch es el
epítome de todo lo que es espurio
en la vida de nuestro tiempo. El kitsch simula no pedir nada a sus clientes
excepto su dinero (ni siquiera su tiempo)
(1986, 12).
Aunque con variantes, ésa fue la perspectiva que adoptó=
; la
mayoría de los intelectuales =
span>norteamericanos
de la época. En la estela de Greenberg, Dwight =
Macdonald
producirá diversas expansiones de su ensa=
yo
“A Theory of =
Mass Culture” a lo largo de los 40 y los 50.
Allí plantea que, desde<=
span
style=3D'letter-spacing:-.55pt'> la Segunda Guerra Mundial, la cultura de masas ha estado avanzando sobre las dos variantes de la vieja cultura elevada
(tanto el academicismo como la vanguardia) y que acabará transformándose =
en un instrumento de dominación
política: “Empieza a surgir una tímida, fláccida
cultura de medio pelo que amenaza
con envolver todo en su fango desbordante” (1957, 64). El modernismo de la Bauhaus
ha terminado en el mobi=
liario
de las cafeterías y en el diseño de las tostadoras
eléctricas; el psicoanálisis ha
derivado en consejos triviales para los lectores de revistas populares y The Cocktail Party, de T. S. Eliot, se ha convertido en un éxito de Broadway. A Macdonald le molesta,
particularmente, lo que denomina “l’avant-garde<=
/i> pompier <=
/i>(o,
en Norteamérica, ‘vanguardismo fingido’)” porque “todo eso no supone un ascenso de nivel para la cultura de masas, como
podría parecer a primera vista, sino más bien una corrupción de la cultura
elevada. No hay nada más vulgar que el kitsch sofisticado” (1957, 64).
Posteriormente, en 1960, Macdonald redefinirá los términos de su argumentación en otro texto
muy influyente: “Masscult and Midcult”. Según explicita en esta nueva
formulación, la cultura =
occidental ha estado dividida
desde el siglo
XVIII en dos modalidades: la high =
culture y la mass culture
(a la que prefiere denominar
masscul=
t =
porque no puede ser considerada siquiera
como una cultura:
es una parodia de la cultura elevada).
El problema no es que la cultura
de masas sea mala. La alta cultura
a<=
span
style=3D'letter-spacing:-.4pt'> menudo
lo es, puesto que el talento siempre
es raro. El verdadero problema
es que la cultura de masas es mala en un se=
ntido
nuevo. Antes, hasta el siglo XVIII, el mal arte y el buen arte
compartían =
una=
=
misma =
=
naturaleza; =
la diferencia radi=
caba únicamente en el talento
individual. Con la cultura de masas sucede algo dife=
rente
porque, en un sentido teórico, no hay posibilidad de que resulte bue=
na. “Es no-arte. Incluso:
es anti-arte” (Macdonald, 1983, 4). Los nuevos medios,
como la televisión, la radio y la películas, pertenecen por supuesto a la órbita de la cultura
de masas. Y de allí no puede=
surgir nada
bueno. Por eso –según afirma Macdonald–
“antes de que un auténtico film de
Hollywood pueda realizarse, la =
obra
de arte debe ser derrotada” (Macdonald, 1=
983,
8). La cultura de masas sólo =
span>puede
servir como un instrumento de dominación que promueve consumidores
pasivos. Se produce,
No obstante, para Macdonald, el mayor pe=
ligro
no proviene de la mass culture sino de una forma híbrida: el midcult. Esta forma intermedia conserva los rasgos esenciales de la cultura
de m=
asas aunque
los presenta bajo la apariencia de la calidad. Pero entonces no se t=
rata
de una mejora respecto de la cu=
ltura de masas sino de una degradación de la cultura
elevada porque, amparándose en la excusa
de acercar el arte a la
gente, no hace más que simplificar, trivializar, vulgarizar y corrom=
per.
Midcult,
por ejemplo,
es
el departamento de cine del Museum <=
span
class=3DSpellE>of Moder=
n Art rindiendo homenaje
a Samuel Goldwyn=
porque
sus películas son supuestamente (un poco) mejores
que las de otros productores de Hollywood
Para muchos críticos y teóric=
os, la creación de la Film Library del MOMA a mediados de la década de 1930 hab&ia=
cute;a
significado una legitimación institucional del cine como arte; aunque
para otros –tal como se
advierte en las opiniones de Macdonald– e=
se
gesto era una concesión a los poderes nefastos de una cultura decadente. Indudablemente, las ideas de Adorno y
Horkheimer sobre la industria cultural=
constituyen una inspiración ineludible para los intelectuales norteamericanos de la década del 50. Unos y otros comparten el mismo objeto de
crítica: la cultura de masas asociada a la alienación, la incomunicación, la demagogia,innovaciones de la
modernidad. Ese gesto retrógrado es lo que Macd=
onald
denomina una “alquimia =
span>en <=
/span>reversa”.
A comienzos de los 60, esta confrontación cultural
entre lo bajo y lo alto (así como los peligros
de la cultura media)<=
span
style=3D'letter-spacing:-.4pt'> empieza
a quedar pasada
de moda. Se entiende, entonces, que Macdonald solo perciba
un tono meramente provoca=
dor en las formulaciones de ensayistas como Sarris. P=
ara él,
el crítico de
Oubiña, D. (2021). M=
odernidad y tradición en la crítica de cine norteamericana.
Film Culture no es más que “un Zar(ris) del Greenwich Village
decretando ‘ucases’ cinematográficos más que estimaciones críticas razonables (R=
30;)
Un Mesías, puede ser; ¡pero un crítico de cine,
nunca!” (citado en Haberski, 2001, 133). Para Macdo=
nald,
la crítica de cine en tanto que arte popular debe ser básicamente cuestionadora. E=
sto no significa que desprecie el cine o que se resista a la seducción que =
ejercen=
=
las =
=
películas. =
Aunque es un intelectual comprometido, de=
ja en claro su posición cuando
se minimizan las virtudes
del entretenimiento:
El cine, como la música =
y la
pintura –sus parientes más cercanos, más incestuosos de=
ntro
de las artes– es mudo cuando se trata de expresar ideas (…) Pero hay muchas
ideas dando vueltas
en esta época =
seudocientífica y poca percepción sensorial de lo que está justo frente a nuestras narices
u ojos (como =
sí de lo que está frente a nuest=
ros
cerebros). Ésa es una de las razones por las que me gustan los films” (Macdonald,
1971, 15).
Los grandes cineastas siempre confieren a la obra una cualidad individual aunque, a la vez, nunca se colocan =
=
por =
=
encima =
=
de =
=
ella =
=
porque =
=
valoran =
=
el =
=
poder =
=
de =
=
la=
comunicación universal (la forma) que justifica la
existencia del film. Las películas no deberían ser una mera ilustración de ideas previas. La forma del =
film “es=
el
contenido en la medida en que el contenido está tan profundamente afectado por la forma en la que se expresa
que no puede ser separado
de ella” (1971, =
177). Las buenas obras –sigue afirmando
Macdonald– saben mantener el equilibrio. Por eso, el virtuosismo de Hace un año en Marienbad (L'Année=
span> =
derinère=
à Marienbad, Alain
Resnais, 1961) y la innovación=
=
formal=
=
de =
Sin =
aliento lo =
=
seducen=
=
en=
=
un =
=
primer=
momento pero, =
años =
=
después,=
le resultan demasiado artificiosos.
Truffaut, en cambio –aun cuando no es uno de sus favoritos–, lo=
gra
combinar estilo y realismo; sus películas están hechas a escala
real. El problema
del auteur c=
riticism es
que pone el acento exclusivamente en la form=
a:
así como el realismo socialista cae en el absurdo de considerar sólo el contenido político de la obra, “Sarris ll=
ega ahí al exagerar el énfasis sobre la forma visual” (1971,
178). Pero lo que Macdonald no alcanza a
percibir es hasta qué punto el estatuto de la crítica de cine=
está =
=
mutando =
para dar cabida a nuevos críticos como Sarris o<=
span
style=3D'letter-spacing:-.4pt'> Mekas. Para ellos, ya no se trata de rescatar, dentro
de la industria del<=
span
style=3D'letter-spacing:-.25pt'> cine,
algunas obras esforzadas que todav&iacu=
te;a se asemejan a una idea tradicional del arte; consideran, más bie=
n, que hay una completa reconfiguración del vínculo entre
cultura de masas y cultura elevada que desemboca en una
redefinición radical de los postulados
e<=
span
style=3D'letter-spacing:-.05pt'>stétic=
o=
s1.
Jonathan Lupo señala que los textos
de Sarris, Mekas,=
Kael o Sontag =
en los
60 recuperan cierta
actitud de críticos como Tyler y Farber en los 40: intelectuales que revalorizan los films popu=
lares reaccionando contra el “predominio de una consideración de medio pelo sobre la calidad hollywoodense” (2008,
69). Eso que había funcionado como un gesto de oposición a la cultura
tradicional se convierte
en
1 Sobre las críticas de Macdonald<=
span
style=3D'letter-spacing:-.4pt;mso-font-width:90%'> a la cultura de masas, véase Lewandowski (20=
13).
un acto liberador que desestabiliza las jerarquías críticas. Significativamente, <=
/span>en el mismo número de
Film Culture donde aparece
“Notes on the=
Auteur Theory in 1962R=
21;, se
publica también el célebre texto
de Manny Farber “White Elephant Art vs. Termite Art”. Uno segui=
do
del otro. No obstante, las =
coincidencias =
=
entre=
=
ambos=
=
críticos=
=
son=
relativas y la aparente
continuidad entre los dos momentos
resulta menos armoniosa de lo que se podría intuir.
A Farber le gusta lo que el cine conserva de un arte genuinamente popular:
Las películas han sido siempre sospechosamente adictas a las tendencias del arte-termita. El buen trabajo
usualmente surge cuando los creadores (Laurel y Hardy, el equipo de
Howard Hawks y William Faulkner operando =
sobre la primera mitad
de la novela The Big Sleep
Los textos de Farber están surcados por múltiples
referencias a la pintura y a la literatura2 <=
span
style=3D'mso-font-width:95%;mso-ansi-language:ES-EC'>Es ciertamente
un highbrow critic con
una sólida formación; sin embargo, permanentemente se resiste=
a intelectualizar su experiencia<=
span
style=3D'letter-spacing:-.35pt'> como espectador. Lo que admira
en las películas son aquellos
elementos que escapan al control=
del
director, lo imprevisto, la falta de pretensión, el gesto
espontáneo de
una creación absurdamente
controlada, altamente manierista, excesivamente ambiciosa, que se alimenta<=
span
style=3D'letter-spacing:.05pt'> de todo el arte moderno
y lo devora, de modo que lo que uno ve no está realmente
en la pantalla sino
2&nb=
sp;
Sobre Farber, vé=
anse VV.AA. (2008); VV.AA. (2014) y=
Gorin, Assayas, =
Le Pér&oacu=
te;n & Toubiana =
(1982).
Oubiña, D. (2021). M=
odernidad y tradición en la crítica de cine norteamericana.
historias o películas si=
no
una sucesión de jeroglíficos estáticos donde las
insinuaciones del sentido han r=
eemplazado,
tanto en interés como en intención, a la vieja
preocupación por la narración, el personaje y la acción en sí mismos (Farber, 2009, 397).
Una película =
nunca es obra exclusiva
de una sola persona y uno de los placeres
de ir al cine consiste
en=
el efecto inevitable de contaminaci&o=
acute;n que se produce
cuando se activa
esa química singular
e irrepetible que es un
rodaje: esa delicada corriente eléctrica que recorre los films pero que nunca se discute
en las entrevistas de Cahiers con los grandes directores (Farbe=
r,
2009, 575). Por eso, frente a =
los films de autor, demasiado controlados, demasiado
obsesionados con su propia grandeza, Farber prefiere
las películas de acción y las de clase B. En esas obras
imperfectas y erráticas siempre puede
ap=
arecer inesperadamente un instante luminoso.
Los =
films deben ser una ilustración precisa
de la historia que cuentan: la cámara debe observar la escena como si no estuviera ahí y los acontecimientos deben desarroll=
arse como si no hubieran sido organizados para los espectadores. La cámar=
a sólo sirve si preserva la pureza del evento que registra; en cambio, la excesiva evidencia de acciones
el
enorme esfuerzo de la crítica de los años sesenta por aportar
algo de orden y de forma a la historia
del cine
–creando un Louvre de grandes films y deta=
llando
el genio singular que es responsable por cada
película– está condenado al fracaso debido a la
naturaleza subversiva del medio: el destello de vitalidad que una escena,
un actor o un técnico inyecta entre las vetas de una película (Farber, 2009,<=
span
style=3D'letter-spacing:-.35pt'> 573).
El ataque tiene un destinatario preciso: Andrew Sarris.
Es su teoría del autor la que celebra a los directores como<=
span
style=3D'letter-spacing:-.25pt'> genios
y la que intenta
Según Farber, la evaluación es “prácticamente inservible para un crítico. Lo últi=
mo que me interesa
es saber si te gustó o no. No creo que tenga ninguna importan=
cia;
es uno de esos apéndices inútiles de la crítica. Hacer crí=
tica no tiene nada que ver con las jerarquías” (en Rosenbaum, 1995, 59). Evaluar
y establecer jerarquías es, justamente=
, lo que le interesa a Sarris; =
por eso hay algo pretencioso en sus listas de cineastas. Farber s&oacut=
e;lo
ve ahí un artificio y una impostura que aleja a la escritura
crítica de los films. Cur=
iosamente, rastrea los orígenes de esa modalidad
hasta los textos de James Agee. Porq=
ue a pesar de que respeta a Agee (que lo recomendó como su reemplazante en=
The Nation=
), a
pesar de que lo admira y lo defiende,
también compite con él y lo ataca con ferocidad: en sus textos,
Farber encuentra ya la ambición de conectar Hollywood con las cimas del arte.
“La crític=
a de Agee fue=
en realidad el punto de partida para un desvío que llevó=
; desde
el saqueo de la imagen
hasta la atrofia
ve=
rbal (…)
Obligado por este deseo maniático del artesanado<=
span
style=3D'letter-spacing:-.3pt'> perfecto,
Agee trabajó sobre su escritura hasta que ella se apoderó de su crítica”
(2009, 552). Bordwell (2016) muestra el
vínculo entre Agee y Farber a partir=
de un
tronco común que tiene =
sus
raíces en Otis Fergurson; pero, a la vez, estudia sus
posiciones =
span>contrastantes.
También Jim Hoberman=
señala las diferencias<=
span
style=3D'letter-spacing:-.3pt'> entre ambos: “Agee fue el primer crítico de cine norteamericano que podría ser catalogado como escritor de belles =
lettres. =
span>Por contraste, Farber se describió a sí mismo como una especi=
e de
lumpen ilustrado (…) Es menos sutil y más vigoroso que Agee, publica
“Notes on the Auteur <=
span
class=3DSpellE>Theory in=
1962”.
Resulta curioso que ese ensayo aparezca en las páginas de Film Culture. ¿Qué
comparten Sarris y
Mekas? ¿Cuál es la relación
posible entre el cine clásico y el underground? ¿C&oacu=
te;mo
se vinculan los =
principios=
=
de=
=
la =
auteur=
theory y =
=
el=
New =
American Cinema=
span>? En la propia
Film Culture,
Lo
cierto es que el director
comercial deberí=
a recibir
la recompensa honesta
y apropiada de que se le reconozca un trabajo bien hecho más que aprovechar la dudosa denominación de ‘arti=
sta’. Al demonio dentro de la cámara, sin embargo, le gusta la así llam=
ada teoría
del autor porque desea que sea verdad.=
Cuando <=
/span>esta teoría se aplica a los films
¿Qué acer=
ca y qué separa
a =
Mekas y a Sarris?=
O más bien: ¿cómo puede haber alguna
cercanía si todo parece separarlos? Cuando Tom Gunning
le sugiere a Sarris que, a pesar de sus obvias
diferencias =
con=
Mekas, hay =
=
también =
=
algunas=
semejanzas, la respuesta es:
El
gran clivaje entre nosotros es que Jonas la da mayor valor a la expresión que a la comunicación. Yo le doy un
valor muy elevado a la comunicación. Me parece que uno tiene que lle=
gar
a alguien, hay un público ahí
afuera. Mi rechazo hacia la mayor parte de la vanguardia cinematográfica está vinculado con un rechazo
Oubiña, D. (2021). M=
odernidad y tradición en la crítica de cine norteamericana.
fundamental a la idea de que las películas tienen las mismas
opciones que las bellas artes,
como la pintura
y la escultura. No, no las tienen. La pintura y la escultura son
esencialmente espaciales y no temporales. La
música, el drama, la narrativa, la ficción, la literatura, el
cine son formas temporales, objetos hechos de
tiempo. Y si le vas a sacar tiempo a la gente, =
tenés
que enriquecerlos. No podés, simplemente,
repelerlos (Gunning, 1992, 71).
El argumento adolece de un pragmatismo elemental: se sostiene sobre =
un
criterio contractual del intercambio artístico y sobre un prejuicio que tiende a demonizar las estrategias de la vanguardia. Sarris plantea =
una concepción del cine y de las formas temporales del arte como discursos que deberían estar al servicio del públic=
o.
Pero lo que interesa aquí es que identifica las diferentes perspecti=
vas
y, a la vez, seña=
la su convivencia dentro
del espacio de la revista.
Cuando Sarris publica su texto sobre la
teoría del autor, Film Cultu=
re ya
se ha convertido en una especie=
de house organ de la
vanguardia; sin embargo, incluso durante los años siguientes, la rev=
ista siempre
reservará un espacio
para textos sobre el cine clásico norteamericano. Desde el comienzo,
uno de los objetivos
de Film Culture había sido el rescate
del cine del pasado. Y lo cierto
es que las pelí=
;culas y los directores que Sarris re=
seña ya empezaban a adquirir un tono añejo a comienzos de la década del
60. En ese
sentido, su tarea historiográfica era también un gesto
contracultural que podía sintonizar con
los postulados de la revista. El pasado relativamente cercano del American cinema había
caído en el olvido a mediados de los 50, a tal punto que Sarris re=
cuerda haber escuchado por primera vez el nombre
de Fuller pronunciado por Jonas Mekas. Es=
cierto
que Sarris se propone un rescate del cine comercial del pasado mientras que =
Mekas es el promotor de un cine de vanguardia complet=
amente ajeno a la industria; pero en ambos
casos, desde distintos frentes, se trata
de críticas al estado de situación del c=
ine
estadounidense en la posguerra. Si pueden convivir en Film Culture, es porque ese lugar cuestionador es el que vino a ocupar la revista durante
las décadas del 50 y del 60. El rescate
del cine norteamericano=
tal
como lo entiende Sarris es diferente al rescate=
de
viejos films y viejas stars tal como lo practican, de manera más insolente, algu=
nos cineastas del underground =
neoyorkino; pero,
a la vez, ambas estrategias confrontan con=
el gusto tan medio pelo de la época.
Hacia fines de la década, el debate sobre cine comienza a
orientarse en otras direcciones: de la=
pasión del cinephile=
=
a la sistematización de los Film Studies<=
span
style=3D'letter-spacing:-.15pt'> como
campo de investigación académica. Sarris enseñó =
en diferentes universidades; pero aun así nunca fue un scholar =
(demasiado subjetivista, demasiado intuitivo, demasiado impre=
sionista). A propósito de un congreso
en el que particip&oa=
cute;, en 1975, dirá lo siguiente:
La reunión estaba llena =
de
aspirantes a semióticos y mi charla fue considerada, en todo caso,
demasiado informal para los augustos claustros de la academia [...] He leído diligentemente a Barthes sobre Garbo, a Wollen sobre
Eisenstein y a Metz sobre Adi&oacut=
e;s Filipina.
He luchado con Tel Quel
y Cin&egra=
ve;thique y con los renovados Cahiers <=
/span>du Cinéma [...]
¿Entonces<=
/span> soy simplemente una víctima=
span> de la brecha generacional?
No=
del todo. Al escuchar a los semiólogos
en el congreso, de
Sin duda, los debates alrededor del autor señalan la transici&oacu=
te;n hacia una teoría contemporánea <=
/span>del cine, pero permanecen como el momen=
to
previo: la consolidación de los Film
Studies como disciplina moderna está asociada al ataque contra el auterism (en su versión
humanística) desde las barricadas teóricas
del estructuralismo y del post-estructuralismo =
que se
instalaron como modalidad dominante =
span>=
en=
=
los=
=
estudios=
=
académicos=
=
desde=
=
los =
=
años=
=
703. En=
=
este=
=
sentido,=
=
Andrew=
Sarris constituye, =
quizás, el último eslabón de una tradición crítica =
norteamericana que se desarrolló cuando todav&iac=
ute;a el cine cargaba con el estigma de la cultura de masas y
tenía que probar su legitimidad en el territorio de las artes.
3&nb=
sp;
Sobre la trayectoria
Oubiña, D. (2021). M=
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Reseña Curricular
David Oubiña. Es doctor
en Letras (Universidad de Buenos Aires).
Es investigador del CONICET y profesor en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Es miembro del Consejo de Dirección de Las Ranas (arte, ensayo y traducción) y de la Revista de cine.=
Entre
sus libros: Filmología: Ensa=
yos
con el cine (2000); El cine de =
Hugo
Santiago (2002); Jean- Luc Godard: el pensamiento del cine =
(2003);
Estudio crítico sobre La
ciénaga, de Lucrecia Martel (2007); Una juguetería <=
/i>filosófica: Cine, cronofotografía y arte digital (2009) y El=
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sus bordes.
Modos de lo extremo en la literatura y el cine =
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